viernes, 27 de abril de 2012

Atrapando cielos


El martes escuché de un concurso de relatos cortos. Condición, que apareciera Radio Nacional. El resultado.

"Atrapando cielos"


La radio de la cafetería anunciaba que se cumplían veinte años desde la bomba del Sixto.  Veinte años.  Adrián estaba sentado   con los brazos sobre la misma mesa de mármol de entonces. Mágicamente, la misma hora de la mañana en que todo cambió. “En el Buenos Aires a las nueve”, recordó mientras miraba tras el ventanal,  el rectángulo de cielo que se recortaba entre los edificios. Hasta el cielo era del mismo gris sucio y traidor.

La voz de la radio de aquella mañana fue muy distinta.  Hoy  era profesional y sin rastro de emoción.  En 1985 Radio Nacional Guipuzcoa transmitió urgencia, miedo y desesperanza. El golpe que sintió al escuchar el nombre de su ciudad fue inesperado y premonitorio.  Un latigazo en la espalda, un extraño calor en las sienes, el asomo de la náusea. Jamás volvió  sentir la voz de la noticia como la cuchilla que  atraviesa de parte a parte.

La vida a veces se quiebra.  Parece que siempre puedes volver atrás para reparar errores y construir identidades a medio hacer. Cuando creces sabes que eso raras veces ocurre, lo más duro es afrontar que no seas tú el responsable sino que sean otros los que te arrebaten tu futuro. Pero aquella mañana el conocimiento de esa verdad, surgió imprevisto y demasiado prematuro.

“En el Buenos Aires a las nueve”. Los días de clase  se encontraban en la cafetería pero aquel día Ana no apareció.  Siempre era puntual y cuando  escuchó la confusa noticia del atentado, supo qué había ocurrido. No escuchó nada más a su alrededor, no dijo nada, sencillamente salió apresurado, sin despedirse, sin pagar, y olvidando su carpeta para caminar dirección a su casa, temiendo darse de bruces tras cada esquina con el vacío bajo sus pies.

Esa distancia inabarcable entre las dos voces de la radio, no sólo lo separaba de aquella Ana para siempre,  congelada en un último adiós la tarde anterior; también lo separaba de aquel otro Adrián tan distinto. Hoy, al escuchar la noticia, buscaba y no sentía  punzada alguna, sólo miraba tranquilo el mismo trozo de cielo.  Ahora seguía yendo al instituto. Ya no era alumno, era profesor y seguía pasando por la cafetería antes de clase. El ritual y la costumbre habían sido la fortaleza de su existencia, una forma de cumplir o esperar el mañana.

Tras el choque inicial, los meses siguientes  trató de entender.  Entender qué fuerza mueve los dados del azar que cambian y sesgan vidas en un fogonazo de llama y metralla. Entender también su propio pasado,  arañar esos años arrebatados intentando exprimir todos los que pasó junto a ella sin conseguir hacer sonar aquel grito silencioso que albergaba  su interior.

El hombre que golpea porta un peso, lleva un lastre en la mirada. Después los conoció, al que mata y el que le apoya, que es otra forma de matar y morir, nunca de vivir. Corre tras la vana ilusión de librarse de ese peso que le atormenta pero que jamás le abandonará por ese camino. Un error, una víctima, una explicación. No, no le sirvió de nada. El dolor cedió pero nunca hubo interpretación posible para dar sentido al pasado.

Ana y Adrián nacieron el mismo día  y eran vecinos.  De niños, sus madres bromeaban diciendo que cuando crecieran se casarían. A menudo pensaba sobre ello. En clase Ana fue la primera en tener pechos y ese cuerpo de mujer que a veces sentía tan cercano e inconsciente mientras estudiaba en casa o caminaba junto a ella. Nunca  volvió a sentir esa inocencia turbadora de la carne viva por descubrir, tan completa de ganas de futuro y afán por reivindicar su existir. Las relaciones, durante un tiempo, tuvieron  la inseguridad de lo trémulo, de lo viscoso. Recordaba que mientras ella le contaba cómo Arturo le tocaba las tetas, él vivía oculto en una forma de laberinto del que le hubiera gustado poder salir para contarle todo lo que siempre quiso decirle. Después ya fue demasiado tarde.

La radio seguía sonando y Adrián se dijo que todo el ruido que nos rodea a veces nos impide fijarnos en esas pocas cosas esenciales y puras en nuestra vida que sólo valoras cuando marchan. Una de ellas fue Ana. Ahora era un hueco, el primero, el más hondo.

Sus fotografías. Las caras de las fotografías desembarcando del pasado y diciendo tanto. Sabía  que era mentira pero le gustaba pensar que  tal vez aquella triste mañana de Abril por fin se hubiera decidido a contarle lo que sentía. Mirar al pasado no es tan difícil como cuentan, a tus ojos la historia sólo es barro en tus manos.        

Le gustaba pensar que ella siempre lo supo, le gustaba mirar aquella  foto que él le hizo mientras  abrazaba fuerte  la cabeza de un burro en la que miraba graciosa y quería creer que su sonrisa decía que sí, que siempre lo comprendió todo.

Adrián sintió una mano sobre la suya y bajó la mirada del cielo al interior del café. Los ojos de la mujer que le acompañaba le preguntaron qué pensaba. Él sonrió y contestó que parecía que hoy volvería a llover.


13 comentarios:

CiegoSabino dijo...

Muy bien, compañero.

Eltziar dijo...

Me ha gustado mucho, gracias

Suso dijo...

Bonita la historia que transcurre durante ¿un? minuto de tiempo real dentro de un bar.
Me gustaría que nos explicaras cómo la has construido.
Está claro que lo importante es el drama y el vacío que aún no ha superado Adrián, pero lo que realmente me ha gustado ha sido la ingeniosa manera que has empleado para involucrar a la radio en el asunto, algo, por otro lado, impuesto en la convocatoria.
Mencionar ambas palabras en el relato es muy fácil... integrar profundamente a la radio en el relato ya es más difícil, integrarla de una forma no artificial, creíble.
Te has lucido, rapaz.
Un relato, cuanto más corto, más difícil.
Al principio no dices que Adrián está acompañado. Usas a la mujer para despertarlo y elaborar con pocas palabras el final de la historia.
Has jugado magistralmente con el tiempo real de la historia y con el tiempo narrado por el protagonista... nada menos que veinte años.
Continuaré con el comentario de texto.

Suso dijo...

He estado consultando los atentados del 85 y no he visto ninguna niña en el listado.
Me ha gustado que no hicieras referencias reales ni comentarios políticos en tu relato.
Tales aportaciones no hubieran aportado nada y contrastarían con la frescura y la belleza de la historia.
También me ha gustado mucho la estructura semántica del relato, basada en el uso de párrafos y frases cortas que delimitan claramente las fronteras entre los grandes bloques de significación y ordenan cronológicamente el paso del tiempo.

Suso dijo...

"Adrián sintió una mano sobre la suya y bajó la mirada del cielo al interior del café. Los ojos de la mujer que le acompañaba le preguntaron qué pensaba. Él sonrió y contestó que parecía que hoy volvería a llover."

...párrafo perfecto para salir de la historia y terminarla... o para continuarla.
Un final calculado, una pequeña joya de tres actos, un relato ultracorto dentro de otro... dosificación ordenada y perfecta de la información, como en una viñeta.
Continuaré comentando este párrafo, un pequeño universo que había dentro de otro.

Suso dijo...

En cuanto al significado del párrafo, existe una pequeña contradicción. La mujer sabe que algo tiene en la cabeza Adrián, tú mismo lo dices en el texto. Entonces, ¿por qué contestas con una mentira, con una evasiva que recurre al tópico meteorológico y que no sé si ella llega a creerse?
Sin embargo, su contestación tampoco implica que la misteriosa mujer no conozca la historia de la cita que debió producirse hace 20 años a la misma hora y en el mismo café.
¿Quién es el personaje que introduces en la escena para rematar la faena? ¿Su mujer? ¿Una amiga? ¿Su anciana madre?
A partir de ahora, 1, 2 y 3 serán la primera, segunda y tercera oraciones que componen el párrafo final del relato.
1: Se compone de 2 unidades temáticas. La primera de ellas es un puente de paso entre los pensamientos de Adrián y el tiempo presente, ¡¡¡la historia solo dura unos segundos!!! en tiempo real.
¡Magistral! Abel utiliza para ello lo que más despierta a uno cuando está durmiendo o está embobado: una caricia.
La mujer pudo utilizar otros recursos para ello, incluidas las palabras. El hecho de que recurra a una caricia nos da una pista de la relación que puede existir entre ambos, pero no es nada concluyente.
Abel utiliza la segunda parte de la primera oración para establecer el momento exacto en el que Adrian vuelve a la realidad, pero este no mira a los ojos de su acompañante, como queriéndole reprochar que le haya interrumpido.
En la primera parte de la oración, Abel no nos descubre quién le pone la mano sobre la suya, técnica narrativa fundamental en la viñeta periodística, en la que no se descubre nada antes de tiempo aunque tengamos la solución delante de los ojos, algo parecido ocurre en la narrativa del chiste...
La mujer que le acompaña no usa el lenguaje de las palabras, ni e
n la primera oración ni en 2.
Abel no nos dice quién es esa mujer, quizá por la misma razón que le lleva a no realizar valoraciones políticas del atentado; sabe bien en todo momento qué es lo importante del relato, lo importante de la vida. Además, un relato corto lo es justamente porque renuncia a decir muchas cosas... y esas ausencias, a veces, tienen mucho significado.
Me estoy atascando en la primera frase del párrafo final de un relato corto. Intentaré terminar antes de que Atalanta publique otro post.

Atalanta dijo...

Joder, Suso, ni que fuera aquí uno Celine, ja, ja. Hoy no tengo tiempo, mañana te contesto a alguna de las cosas que planteas... si puedo. Escribo rápido y cuando estoy en vena, puedo contarte un rollo de no te menees de cualquier cosa, hasta partiendo de una simple palabra. Escribir no me cuesta, lo que es difícil es escribir bien, eso sí es un don que intimida cuando lees a la gente que sabe de verdad. El martes escucho la noticia, conduciendo y entrenando surge la historia y las ideas que vas cambiando poco a poco. Cuando me siento a escribir garabateo el armazón que ya he diseñado mentalmente. Lo demás es retocar cada vez que lo repasas. En ese momento siempre aparecen nuevos giros que pueden liar o enriquecer la historia. De hecho, si lo leyera ahora, probablemente cambiaría algo.

Gracias a todos los que me habéis comentado que os gustó. Abrazo.

Suso dijo...

A mí me cuesta un montón redactar, por eso no disfruto con la escritura. La lectura también se me hace difícil. Al principio no llego a comprender los niveles básicos de significación del texto, pero una vez que entro en ellos, padezco una curiosidad casi patológica que me lleva a desmenuzar los contenidos para acercarme todo lo que pueda a las intenciones del autor.
En cuanto capto una idea importante del texto, comienzo a pensar demasiado y a sacar conclusiones y aplicaciones, lo cual me impide terminar la lectura de la obra.
Saludos.

Atalanta dijo...

Suso, raro es el día que no lea alguna entrevista a músicos. La mayoría,cuando le preguntan por el mensaje de sus canciones, eluden respuestas concretas o se muestran crípticos. Prefieren que el receptor lo interprete según sus experiencias o ideas. Puede ser igualmente válid válida cualquier lectura. Desmenuzar así un texto, para el que lo crea, le puede restar magia o naturalidad. Te cuento a grandes rasgos.
Condiciones: tengo una radio y tengo límites: 500-1000 palabras, 2-3 folios. Quiero una situación dura, algo terrible pasó y de ello dará noticia la radio. Esas situaciones que suponen un punto de inflexión en una vida. Escojo años ochenta, años de gran actividad terrorista. Describo el efecto que causó en unas vidas, eso es lo que más me interesa, tratar de describir el interior de las personas, eso que todos sentimos cuando nos enfrentamos a los golpes que periódicamente te da la vida y tratar de expresarlo en palabras. Es la literatura que me interesa, la que me enseña algo sobre la condición humana. Desde mi puesto de aprendiz busco acercarme a los autores que respeto y me enseñan. La caricia indica que es su pareja. El final, la respuesta de Adrián simplemente significa que hay que seguir adelante a pesar de que esas cicatrices del pasado siempre piquen.
Supongo que esto es algo parecido a lo que hacía Santiago Segura cuando se dedicaba a escribir relatos porno, que sabía que eran buenos porque se masturbaba al mismo tiempo. Yo le doy el visto bueno si los personajes y sus actitudes me resultan creíbles, me llegan a emocionar.

Suso dijo...

No te volveré a entrevistar más... ¿o sí?
Adrián aún tiene la herida sin curar, como un jamón que sigue guardando demasiada humedad y, por tanto, corre el riesgo de pudrirse si no se seca pronto.
Curar y secar es lo mismo. Uno puede querer sanar, dejar de llorar o recordar... pero no lo logrará por más que lo desee, pues no depende solo de nosotros. Primero tendrá que pasar el tiempo que debe pasar hasta que decida despegarse también la garrapata.

Atalanta dijo...

Una buena forma de expresarlo

Anónimo dijo...

Soy Pitufo Anonimo, komo koño se firma esto, weno:
Muy bueno y te lo dice alguien que se lee hasta los papeles de las Madalenas,jejjeejeje La historia es buena, el tempo, el correcto y deja ver un problema social Iberico con tacto,pero con contundencia.Viendo un video inedito de Eskorbuto, Decian que no estaban de acuerdo ni con los Fascistas de Madrid, ni con nacionalismos que obligan a ser como ellos, Ademas de la limitacion del texto. Un abrazo

Atalanta dijo...

Gracias, pitufo. Me alegro de que te gustara y hasta que sirva para hacer pensar.